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Un día en el Mercado Independencia con Morenacho

No me imagino a mi adorado y querido Morenacho en el Mercado Independencia. No lo imagino cargando su canasta de mimbre, saludando a doña José, la de las verduras o a don José, el del pescado.

No lo imagino saludando a las señoras que venden tlacoyos hincadas en los pasillos, dándole una prueba, para que elija qué orden comprar, si la de alverjón, frijol o ejotes.

Menos lo imagino echándose una cemita bien tupida de carne, queso y pápalo. Por supuesto, tampoco lo imagino recorriendo cada puesto con su pantalón entallado, sus zapatos caritsimos de Paris y su camisa muy blanca, almidonada.

Y bueno, los locatarios del Independencia tampoco se lo imaginan, tal vez por eso no lo recibieron, o al menos es lo que un pajarito me cuenta.

Según el chisme que me pasaron los comerciantes, llegó la avanzada de mi querido Morenacho, para solicitar el acceso a fin de recorrer el mercado.

Fueron a ver a los líderes del Independencia. Yo solo ubico al señor que vende el pescado y fue quien le dijo que ni maíz, que ellos no lo recibían ni le daban recorrido.

Entonces, según mis amigos locatarios, los brigadistas empezaron a hacer el barrido y ya. para cuando llegó, solo algunos comerciantes se animaron a saludarlo.

Claro, al llegar al Mercado lo primero que vio fue la mega lona de Armenta, justo en la entrada. Ganas les dieron a todos los brigadistas de bajarla, pero los líderes no los dejaron. Entonces preguntaron si les podían dejar una del mismo tamaño.

A lo que los líderes respondieron: “Pues déjenla, pero si se las bajan no es nuestra responsabilidad”. Y es que, al menos en ese establecimiento, ya decidieron en la encuesta. Así que tendrán que hacer triple labor de convencimiento para entrar en dicho lugar.

Al final Morenacho se fue cómo llegó, contento con todos, y sin pena ni gloria. Eso sí, nadie se lo imagina escogiendo los aguacates maduros en alguno de los locales.