En México, como en otras naciones en desarrollo, enfrentamos un dilema crítico: el combate a los productos ultraprocesados, conocidos como comida chatarra, y la promoción de alternativas que no solo sean saludables, sino también accesibles y sustentables. Ante esta encrucijada, el cooperativismo y la manufactura local surgen como herramientas clave para construir un futuro donde la alimentación, el empleo y la soberanía económica caminen de la mano.
En un contexto global marcado por el dominio de las grandes corporaciones como PepsiCo, Coca-Cola Company y la invasión de productos de bajo costo provenientes de países como China, México tiene una oportunidad única para mostrar al mundo que es posible dignificar el trabajo, fomentar la salud pública y fortalecer nuestras comunidades mediante un modelo que valore nuestras raíces y nuestro potencial como nación.
La presidenta Claudia Sheinbaum, consciente de los desafíos globales y de los problemas de salud pública que enfrentamos, ha apostado por una visión transformadora con iniciativas como el Programa Nacional de Soberanía Alimentaria. Este programa no solo busca fomentar la producción en el campo mexicano, sino también garantizar el acceso de las familias a alimentos saludables a precios justos. Además, la reciente fusión de Segalmex y Diconsa con el programa Alimentación para el Bienestar es un ejemplo de cómo el gobierno federal busca consolidar cadenas de suministro locales que conecten a los productores con los consumidores.
Por su parte, el gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, ha dado prioridad a la economía circular e inclusiva, promoviendo proyectos que conectan la producción local con el consumo interno, al tiempo que generan empleos dignos y profesionales. Puebla se está posicionando como un ejemplo para el resto del país, demostrando que la producción local puede ser el motor de un desarrollo económico sostenible y justo.
En un mundo donde la competencia de mercados internacionales amenaza nuestras industrias locales, el cooperativismo no es solo un modelo económico; es un acto de resistencia y soberanía. Cada cooperativa mexicana que se establece representa una victoria contra la dependencia económica, un paso hacia la justicia social y una declaración de independencia frente a los grandes intereses globales.
Las cifras hablan por sí solas. Según el World Cooperative Monitor 2023, las cooperativas más grandes del mundo generan un volumen de negocios que supera los 2.4 billones de dólares. Esto demuestra que este modelo es viable y competitivo, incluso en un mercado dominado por corporaciones multinacionales. Pero más allá de los números, lo que distingue al cooperativismo es su enfoque en las personas: en dignificar el trabajo, en valorar la colaboración y en garantizar que los beneficios se distribuyan equitativamente.
México ocupa un lugar alarmante en los índices de obesidad infantil y enfermedades relacionadas con la alimentación. La presencia de comida chatarra en nuestras escuelas y comunidades no solo es un problema de salud pública, sino un símbolo de cómo hemos permitido que nuestra soberanía alimentaria sea vulnerada.
Aquí es donde la manufactura local juegan un papel crucial. Al promover la producción de alimentos saludables utilizando ingredientes locales, no solo podemos combatir las enfermedades derivadas de la mala alimentación, sino también fortalecer nuestras economías rurales. Ejemplos como las cooperativas agroalimentarias en América Latina, o la experiencia exitosa de Mondragón en España, nos muestran que es posible competir en calidad y sostenibilidad, ofreciendo alternativas reales a los consumidores.
El gobierno de la Dra. Sheinbaum ha comenzado a sentar las bases para esta transformación, prohibiendo la venta de comida chatarra en las escuelas a partir de 2025. Pero este esfuerzo debe ir acompañado de una estrategia integral que promueva la distribución de alimentos saludables producidos localmente.
México tiene no solo la obligación, sino también la oportunidad de liderar una revolución económica en América Latina. Nuestra posición geográfica, nuestras tierras fértiles y nuestra riqueza cultural nos colocan en una ventaja estratégica para ser el centro de producción y distribución de alimentos saludables en la región.
Al establecer cadenas de suministro que conecten a nuestras cooperativas locales con mercados internacionales, podemos demostrar que un modelo económico basado en la colaboración y la sostenibilidad no solo es viable, sino también competitivo. Este liderazgo no solo fortalecerá nuestra economía, sino que también nos permitirá apoyar a otros países latinoamericanos en su lucha por la soberanía alimentaria.
México está en una posición única para construir un futuro donde nuestras raíces y nuestra visión del mañana se unan en un modelo económico que priorice a las personas por encima de las ganancias. Como consumidores, tenemos el poder de transformar nuestra economía al elegir productos locales y apoyar a nuestras cooperativas.
La historia nos ha enseñado que las grandes transformaciones de nuestro país han surgido de la unión y el esfuerzo colectivo. Hoy, el cooperativismo y la manufactura local nos ofrecen una nueva oportunidad para transformar a México, para demostrar que nuestra grandeza no depende de lo que compramos en el extranjero, sino de lo que somos capaces de construir juntos.
Porque al final, como mexicanos, sabemos que nuestra fuerza no está en competir en precio, sino en competir en calidad, autenticidad y el orgullo de ser una nación que nunca se rinde.
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