El próximo 15 de diciembre, se llevarán a cabo las elecciones del PAN en Puebla, las cuales definirá su dirigencia estatal.
Sin embargo, este proceso no es solo un trámite organizacional: es un reflejo de la crisis más amplia que enfrenta el PAN a nivel nacional tras su desastrosa actuación en las elecciones de 2024.
En un partido que ha perdido narrativa, votos y militantes, esta elección se convierte en una oportunidad crucial —quizá la última— para replantear su rumbo.
📰 El #PANPuebla informa:
— PANPUEBLA (@PANPuebla2124) November 27, 2024
La Comisión Estatal de Procesos Electorales del Partido #AcciónNacional en Puebla anunció oficialmente la procedencia de los registros de las dos planillas que buscan dirigir el
Comité Directivo Estatal.
La primera planilla que presentó su registro fue… pic.twitter.com/yf62VgEhYn
El fracaso de Xóchitl y el declive nacional
El contexto nacional del PAN no puede separarse del fracaso de la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez. Respaldada por la coalición PAN-PRI-PRD, Gálvez logró apenas el 29% de los votos frente al 59.7% de Claudia Sheinbaum, candidata de Morena.
La derrota no solo confirmó la consolidación de Morena como la fuerza política dominante, sino que también expuso la incapacidad del PAN para articular una oposición efectiva y conectar con el electorado.
A nivel legislativo, la debacle fue igual de evidente. El PAN pasó de tener 112 diputados en la legislatura federal pasada, a solo 71, representando apenas el 14.2% del Congreso de la Unión.
Incluso en regiones donde alguna vez fue fuerte, como el sur-sureste, el partido ha sido desplazado. Yucatán y Quintana Roo, antiguos bastiones panistas, ahora están bajo el control de Morena.
En estados como Tabasco, Oaxaca y Veracruz, su presencia es prácticamente simbólica, reducida a unos pocos municipios y diputaciones.
El impacto en Puebla: elecciones del PAN en Puebla
Puebla, que en algún momento fue un bastión clave para el PAN, ha seguido la misma trayectoria de decadencia. En las elecciones de 2024, Alejandro Armenta Mier, candidato de Morena, arrasó con el 59.3% de los votos, mientras que Eduardo Rivera Pérez, abanderado de la coalición opositora, apenas alcanzó el 33%.
El panorama en el estado es sombrío: de los 217 municipios, el PAN apenas gobierna 17, y su representación en el Congreso local se limita a cinco diputaciones de representación proporcional.
Estos números no solo reflejan un retroceso electoral, sino también la pérdida de identidad del partido. El PAN en Puebla, como en el resto del país, se ha convertido en una fuerza política desdibujada, sin narrativa ni conexión real con las demandas de los ciudadanos.
La pugna interna: Riestra vs. Velázquez
En este contexto de declive, la contienda entre Mario Riestra Piña y Felipe Velázquez Gutiérrez por la dirigencia estatal toma un significado especial. Ambos representan facciones que intentan redefinir el futuro del partido en el estado.
Riestra, asociado al morenovallismo, representa un enfoque pragmático y estratégico. Su experiencia como exsecretario general del Ayuntamiento de Puebla y diputado federal lo posiciona como una figura capaz de estabilizar al partido, aunque su cercanía con las prácticas autoritarias del pasado genera desconfianza.
Velázquez, por su parte, se identifica con el Yunque y aboga por un regreso a los valores tradicionales del PAN, pero su postura conservadora podría alienar a un electorado más diverso y progresista.
Esta pugna no es solo por el liderazgo estatal; es por el alma del PAN. La dirigencia que surja tendrá la titánica tarea de reconstruir un partido fracturado y perdido en su laberinto interno.
El contexto nacional y su peso local
El fracaso de Xóchitl Gálvez en la contienda presidencial no solo debilitó al PAN a nivel nacional, sino que también dejó una herida profunda en su capacidad para influir en estados clave como Puebla.
La narrativa de modernización y cercanía ciudadana que Gálvez intentó construir, nunca conectó plenamente con el electorado. Este fracaso se refleja en Puebla, donde el PAN, más allá de sus cifras electorales, parece incapaz de ofrecer una alternativa creíble frente al dominio de Morena.
Los resultados de 2024 han dejado al PAN atrapado entre su pasado y la necesidad de reinvención. Los líderes locales, como los que emergerán de la contienda interna en Puebla, tendrán que lidiar con una verdad incómoda: el partido no solo ha perdido fuerza electoral, sino también relevancia política.
En un país donde Morena domina ampliamente, el PAN debe decidir si quiere ser una oposición real o una fuerza marginal condenada al olvido.
El elefante azul y su futuro
Por ahora, el PAN sigue siendo un elefante azul pesado y desorganizado, atrapado en sus propias contradicciones y desconectado de las realidades del México actual.
La elección del 15 de diciembre será crucial no solo para Puebla, sino como un ejemplo de si el partido puede reinventarse. Pero el reto no será fácil. El PAN no solo necesita reorganizar sus estructuras; necesita recuperar su esencia, su narrativa y su conexión con las causas ciudadanas.
La pugna entre Riestra y Velázquez será decisiva, pero no suficiente. El verdadero desafío para el PAN es demostrar que aún puede ser relevante en un país donde su discurso y sus propuestas parecen cada vez más anacrónicas.
Si no lo logra, el fracaso de Xóchitl Gálvez y Eduardo Rivera será solo el principio de un declive que podría ser irreversible.
El próximo dirigente tendrá que enfrentar retos titánicos: reconstruir estructuras partidarias, recuperar la confianza ciudadana y redefinir el papel del PAN como oposición.
Sin embargo, el reto es monumental, el PAN no solo ha perdido votos y militantes, sino también su narrativa, sus principios y su conexión con la realidad del país.
Mario Riestra y Felipe Velázquez no solo compiten por un cargo; compiten por el futuro de un partido que alguna vez fue sinónimo de oposición sólida y principios democráticos.
En esta contienda, se juega no solo el liderazgo del PAN en Puebla, sino también la posibilidad de que el partido recupere su relevancia en el estado y en el país.
Por ahora, el elefante azul sigue siendo un peso muerto, fracturado por sus propias contradicciones y desorientado ante un panorama político que ya no entiende ni domina.
Las próximas elecciones del PAN en Puebla del 15 de diciembre será un punto de inflexión: o el inicio de su recuperación o el último acto de un partido que parece destinado a desaparecer.