Hace semanas platicaba con mi amigo, Sergio Salomón Céspedes, sobre la relación poder-prensa. Lo conocí cuando trabajé con los diputados del PAN en el Congreso del Estado, y de inmediato surgió la amistad. De él solo tengo los mejores comentarios, las mejores experiencias, y mucho cariño.
Vaya, me ha visto en mis peores momentos, me ha visto crudo y muy enfermo. Y justamente, hace semanas me hizo reflexionar con sus palabras, que repitió en el programa “Ahí va el golpe” transmitido en SICOM y conducido por mis amigos Itandehui Rodríguez, Elvia Cruz, Osvaldo Macuil y su servilleta. En aquella ocasión, el gobernador repitió en tres ocasiones “no vuelvan a permitir que los coaccionen”.
La coacción. La bendita coacción. Tiene razón Sergio Salomón, porque en el gobierno de Barbosa los periodistas fuimos usados, criminalizados, perseguidos, y lo peor del caso, nos echó a pelear unos contra otros. Él se encargó de decir quiénes eran buenos y quiénes éramos los malos. Claro los malos éramos los que lo criticábamos, los que no compaginábamos con sus ideas, con su forma de gobernar.
Barbosa nos echó a pelear como si fuéramos perros. Nos echó a pelear como si se tratara del Coliseo Romano, y él fuera el César y los periodistas los gladiadores. Nos convertimos en el entretenimiento de los políticos. Todos los días checaban las páginas o sitios de nuestros medios de comunicación, para ver qué decíamos unos de los otros. O se conectaban a las ruedas de prensa para saber contra qué periodista iba.
Así es, Barbosa y la Vero Vélez nos coaccionaron. A algunos nos echaron a pelear, y aprovecharon que nunca estuvimos unidos para separarnos más. Para debilitarnos, para ir ganando terreno, para volvernos los objetos de críticas, para distraer a la gente, a fin de que olvidara el ejercicio del gobierno. Vaya, la arena mediática donde se supone que se deben dirimir los asuntos del poder, del gobierno, del quehacer gubernamental, se convirtió en una arena de reporteros vs reporteros.
Lo peor es que las relaciones poder-prensa se restablecen. Una disculpa y todo como nuevo. Lamentablemente las relaciones prensa-prensa quedan con heridas de gravedad, como si se tratara de la cicatriz de una quemadura. Ahí seguirán para el resto de nuestras vidas.