Después del resultado de las elecciones en Estados Unidos muchos ven el regreso de Donald Trump como una amenaza para México, pero entendamos que Trump es el aliado que México necesita.
México lo necesita para fortalecerse, porque sus políticas nos obligan a depender menos de factores externos y a consolidar nuestras propias bases. Su enfoque en el “América Primero” desafía a México a hacer lo mismo con el “Humanismo Mexicano”, nos obliga a construir una economía que funcione para nosotros y por nosotros. Y aunque parezca paradójico, cada amenaza de aumentar los aranceles, cada advertencia sobre la migración o la seguridad fronteriza, es una invitación a México para que apueste de una vez por todas por su autosuficiencia económica, nos obliga a ser un mejor país.
La soberanía alimentaria también es un reto, las presiones y desafíos de tener un socio comercial que en cualquier momento podría imponer barreras comerciales impulsan la necesidad de invertir en nuestra propia producción agrícola y transformar materia prima en productos de consumo final. Si México logra una autonomía en el sector agroalimentario, no solo se garantiza el acceso de todos los mexicanos a alimentos de calidad a precios justos, sino que también se crea una red de seguridad que nos protege de inestabilidades externas.
Al reducir nuestra dependencia de productos importados, especialmente de Estados Unidos, podemos asegurar el sustento de las familias mexicanas y dar un nuevo impulso al campo. Este es el momento perfecto para modernizar el campo, mejorar las prácticas agrícolas, apostar por la innovación y convertir a México en un referente de producción sostenible como lo está impulsando el gobierno federal de la 4ta Transformación.
La autonomía energética es otra gran lección que Trump nos está enseñando. Estados Unidos, durante su mandato, ha reducido su dependencia de energías extranjeras y ha invertido en sus propios recursos. México puede seguir ese camino y redoblar su apuesta por fortalecer a PEMEX y a la Comisión Federal de Electricidad, modernizando nuestras infraestructuras y garantizando un sistema energético sostenible. La independencia energética no solo es un tema de soberanía, sino también un pilar económico. Si México es capaz de generar, distribuir y consumir su propia energía, reducirá costos y dependerá menos de los vaivenes del mercado internacional. Esto impacta positivamente en todos los sectores, desde el industrial hasta el doméstico, beneficiando directamente a la economía mexicana.
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Desde una perspectiva macroeconómica, los desafíos que nos impone Trump también son una oportunidad para diversificar nuestros mercados. México ha dependido históricamente de Estados Unidos como su principal socio comercial, pero esta es la llamada para expandir nuestras exportaciones hacia otras naciones. Necesitamos fortalecer el comercio con América Latina, Europa y Asia, para que nuestras empresas no estén sujetas a una sola economía. Esta diversificación no solo nos protege de posibles barreras comerciales en el norte, sino que también impulsa la competitividad de nuestros productos en el mercado global. Un México que exporta a diferentes regiones es un México fuerte, con una economía resiliente y capaz de enfrentarse a cualquier desafío.
Trump, sin quererlo, se convierte en un aliado en la medida en que nos obliga a pensar en el futuro de México, a construir una economía sólida, a depender más de nosotros mismos y a definir una política que favorezca el desarrollo de nuestras industrias clave. Si entendemos esto, dejaremos de ver sus políticas como una amenaza y comenzaremos a verlas como una oportunidad para crecer, innovar y consolidar a México como una potencia en la región. Al final del día, la relación con Estados Unidos nos recuerda que el verdadero poder de México está en nuestra capacidad para fortalecernos desde adentro.
Recordemos la relación que tuvo Trump con nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, una relación que, aunque en apariencia era imposible, logró encontrar una vía para el entendimiento. Trump hablaba de muros, de amenazas, de aranceles, pero AMLO, con esa templanza que caracteriza a los verdaderos patriotas, optó por un camino de resistencia pacífica. No se trataba de aceptar cualquier cosa ni de ceder a cada presión, sino de defender la soberanía de México sin entrar en pleitos inútiles.
AMLO no era sumiso, pero tampoco reaccionaba con provocaciones. Él entendía que el poder de un país no se mide solo en sus armas o en su economía, sino en la dignidad con la que defiende su posición. En lugar de verse arrinconado, AMLO construyó un diálogo pragmático con Trump, cuidando siempre de que los intereses de México no fueran sacrificados en el proceso. Y esa diplomacia directa y firme fue suficiente para mantener la paz en la frontera y asegurar acuerdos comerciales que beneficiaran a ambas naciones, sin ceder en nuestros principios.
Hoy, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, México tiene la oportunidad de retomar esa lección y enfrentar con dignidad y sensatez este nuevo capítulo. No podemos entrar en una guerra de palabras ni responder con las mismas amenazas, porque eso no es México. La historia nos llama a mantenernos fieles a nuestro estilo diplomático: claros y decididos, pero sin perder la razón ni la calma.
México puede salir adelante si mantiene su dignidad y su sentido de justicia. Hoy, esa fórmula podría volver a darnos la estabilidad que necesitamos frente al regreso de Trump. Porque México no se rinde. México es fuerte, México es digno, y México siempre defenderá su soberanía.
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