Sammy Basso, un joven científico y activista, falleció a una temprana edad, dejando un gran legado en la investigación de la progeria, enfermedad que padecía. Este trastorno genético extremadamente raro, conocido por provocar un envejecimiento acelerado en los niños, fue el motor que impulsó a Sammy a dedicar su vida a la ciencia y a la concienciación sobre esta condición.
A lo largo de su corta vida, Basso se convirtió en un referente internacional tanto por su valentía como por su labor científica. Comenzó sus estudios de biología con el firme propósito de investigar y buscar posibles soluciones para quienes, como él, vivían con progeria. Su contribución no solo fue científica, sino también humana, ya que inspiró a miles con su determinación.
Sammy fue el foco de varios documentales y su lucha fue ampliamente reconocida en todo el mundo. A pesar de su condición, Basso nunca dejó de lado su pasión por la ciencia ni su empeño en mejorar la vida de quienes padecían esta enfermedad.
Su partida deja un vacío en la comunidad científica, pero su legado permanecerá en las investigaciones que, sin duda, continuarán buscando respuestas.
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¿Qué es la progeria?
La progeria, también conocida como síndrome de Hutchinson-Gilford, es una enfermedad genética extremadamente rara que provoca un envejecimiento acelerado en los niños. Los niños con progeria parecen envejecer rápidamente desde los primeros años de vida. La causa principal de la progeria es una mutación en el gen LMNA, que produce una proteína defectuosa llamada progerina. Esta proteína anormal se acumula en las células, provocando daños y afectando el funcionamiento celular normal.
Los síntomas más comunes incluyen pérdida de cabello, piel fina y arrugada, crecimiento limitado, rigidez articular y enfermedades cardiovasculares similares a las que experimentan las personas de edad avanzada. Aunque los niños afectados tienen una inteligencia y desarrollo mental normales, su esperanza de vida es considerablemente corta, con un promedio de vida de alrededor de 13 a 15 años, principalmente debido a complicaciones cardiovasculares como ataques al corazón o derrames cerebrales.
Hasta la fecha, no existe una cura definitiva para la progeria, pero se están investigando tratamientos que podrían mejorar la calidad de vida de los afectados. Uno de los tratamientos más prometedores incluye el uso de inhibidores de la farnesiltransferasa (FTI), que han mostrado resultados alentadores en ensayos clínicos.